Si ya es difícil ver muchos tantos en esta cita ecuménica, hay que imaginar cuán alto de moral podía estar Dinamarca cuando vio que todo se le hizo cuesta arriba en sólo trece minutos. Habiendo comenzado mejor el encuentro, con el dominio del balón y hasta teniendo alguna ocasión con Tomasson y Bendtner, el castillo danés se derrumbó con dos anormalidades. Japón, con dos goles de tiro libre, terminó prematuramente con la esperanza europea.
Olsen dispuso bien el entramado del encuentro, colocando jugadores por las bandas destinados a ayudar en ataque. Por un lado, Paulsen se sumaba a los tres hombres de arriba con el fin de encontrar pronto una ventaja que nunca llegaría. Rommedahl estaba activo pero impreciso, y Tomasson y Bendtner desperdiciaron lo poco que les llegó. Jorgensen, el encargado de ir por derecha, pocas veces lo hizo con criterio y se le vio fastidiado cuando el mister le quitó del campo poco tiempo antes de finalizar la primera mitad.
Es que Dinamarca se vio en desventaja por Honda y Endo, dos futbolistas que decidieron acabar con la polémica. Que la pelota no dobla, que no coge el efecto, y otras tantas cuestiones que quieren hacer de la Jabulani un asesino serial del fútbol. Si bien es cierto que es algo distinto a los anteriores, el esférico no puede influir tanto en la muerte de este deporte. La mediocridad técnica que se está viendo en Sudáfrica poco tiene que ver con el balón.
Para confirmar lo dicho, primero Honda remató desde muy lejos, en una posición no muy cómoda para el tiro a puerta, por ángulo y distancia. Eso habrá pensado Sorensen, que pareció ir a por el centro, pero cuando quiso retroceder para tapar el disparo ya era tarde (0-1). A los 30, trece minutos después, tuvo Japón su segunda posibilidad con falta directa. Esta vez no fue el rubio, sino que ahora se animó Endo. Desde la frontal, recto a portería, el 7 japonés volvió a dejar en evidencia a Sorensen (0-2).
Se iba la primera parte y con mucho olor a historia juzgada. No tanto porque Japón sea superior a su rival, sino porque a Dinamarca le costaría moralmente remontar el resultado. Si cuando no fue menos que su oponente estaba 0-2, la desventaja y los consecuentes nervios le jugarían en contra. Sólo tenía en su haber dos goles en 180 minutos, y la realidad golpeaba con un nuevo desafío: hacer tres en 45.
Los de Olsen lo intentaron hasta el final, pero sin argumentos futbolísticos serios. No los había mostrado hasta aquí, y nada hacía pensar que los tendría con el marcador adverso. Que nadie crea que Japón sí los tenía. Con esos dos disparos, abortos de la naturaleza, le alcanzaba para cuidar su boleto a la siguiente fase.
Tomasson siguió en su tónica de errar goles, como el que pudo convertir cuando Japón se equivocó en la salida y un compañero del ex Milan le dejó solito. El yerro feroz demostró que no es el mismo Tomasson que luciera en el Mundial de 2002. Por su parte, a fuerza de una torpeza tras otra, Bendtner hizo que el mundo entero se pregunte qué hace jugando en el Arsenal inglés. Una vez más, el punta demostraba que tiene un excelente agente, y que ser parte de un club grande no es sinónimo de ser un gran futbolista.
Entre tanto, Japón estaba más cerca del tercero que Dinamarca del descuento. ¿Cómo? A la contra, aprovechando la desesperación europea. En esa desesperación, Agger se dejó tomar por Hasebe en el área y el colegiado, quizás algo apresurado, sancionó la pena máxima. Tomasson siguió errático y su disparo le contuvo el portero, pero el rebote ya era imposible de malograr. El delantero se sacaba la bronca con su primer tanto en Sudáfrica (1-2).
El desparpajo de Honda generó el tercero de su equipo, las sospechas de que sea oriental, y el fin de la ilusión danesa. Si los de rojo tenían alguna remota posibilidad, ésta se desvaneció con el golazo de Okasaki, que sólo tuvo que empujar la bola a la red: Honda ya había hecho todo con una genialidad digna de un sudamericano ante la salida de Sorensen. Absoluta justicia y segundo puesto para Japón (1-3).
Los minutos finales fueron un calvario para ambos. Dinamarca quería evitar el papelón. Le dolería mucho ser goleado por su rival y, además, jugar con la amargura de saber que volverían a casa. Japón, por su parte, debía evitar las patadas de los europeos, que se mostraron algo nerviosos cuando se vieron perdidos.
Ahora será el turno de ver hasta dónde llegan los asiáticos, grata sorpresa del Mundial. En su camino tienen a la dura Paraguay de Gerardo Martino por los octavos de final, pero nada es imposible si Honda sigue en onda. Jugando a lo crack, como hoy, que a nadie le sorprenda si Japón llega algo más lejos.
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