Benedicto XVI recibió en audiencia al nuevo embajador de Brasil ante la Santa Sede, Almira Franco de Sá Barbuda, quien presentó las cartas credenciales en El Vaticano.
En su discurso en portugués, el papa Ratzinger recordó la fecunda historia conjunta de Brasil y la Iglesia católica que tuvo inicio en la primera misa celebrada el 26 de abril de 1500 y que dio testimonio con “tantas ciudades bautizadas con el nombre de santos de tradición cristina".
El papa añadió que la Iglesia ayudó a forjar “el espíritu brasileño caracterizado por la generosidad, la laboriosidad, el aprecio por los valores familiares y la defensa de la vida humana en todas sus fases".
Resaltó el acuerdo firmado entre la Santa Sede y el Gobierno brasileño en 2008 que selló por una parte la sana laicidad del Estado, y por otra, garantizó el libre ejercicio de las actividades de la Iglesia en todos los ámbitos de su misión.
El obispo de Roma aseveró que la Iglesia espera que el Estado brasileño reconozca que su laicidad no considere a la religión “como un simple sentimiento individual que se pueda relegar al ámbito privado, si no como una realidad que, al estar organizada en estructuras visibles, necesita ver reconocida su presencia comunitaria pública".
Recordó el papa que el Estado debe garantizar la posibilidad de libre ejercicio de culto de cada confesión religiosa y permita a la comunidad eclesiástica desarrollar todas sus potencialidades “en beneficio de cada persona humana y de la sociedad brasileña".
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