El primer lema surgió vibrante de la sabiduría popular, que se apretujaba buscando en el Carnaval vegano un respiro de alegría.
¡Llegó papá! Dos palabras que contienen en partes iguales sentimientos encontrados: desamparo, frustración, abandono, por un lado; por el otro, aliento, seguridad, confianza, protección, la percepción de que viene el sujeto cercano, el responsable “páter familia”, que es también amigo, el ente protector, el firme guiador. El amoroso papá.
La frase llegó, y se quedó, pese a las torcidas acepciones que quisieron darle los que en el ejercicio de sus propias paternidades, biológicas y políticas, confunden la dádiva fácil con el cariño.
Porque ser padre no es regalar a los hijos una jeepeta o un Rolex sin averiguar nunca dónde va sobre ruedas en el tiempo alocado que sin controles manejan. El “papá” del slogan que creó el pueblo para Hipólito tiene una cierta esencia bíblica, un olor hogareño de pan recién horneado, de abrazo tempranero, de consejo sonriente no exento de firmeza. Y la pobre, la buena, abandonada grey social dominicana, recibió la creativa expresión carnavalesca y la entendió cabalmente, la prendió en el pecho como protector relicario, la entona en las caravanas y la canturrea en las calles como laica jaculatoria que reafirma decisiones de mayo y futuro transformado.
El propio Hipólito Mejía sugirió luego a sus asesores otro slogan de campaña: “un mejor país, pero para todos”. Me fascinó, fue una respuesta justa, precisa, certera, de “papá”. Y también se pegó, por la autoridad que le imprime su cercanía con las tesis de pensadores notables, recogidas en los documentos más recientes de organismos internacionales que como CEPAL, la UNESCO, la OEI, no son crediticias, y por tanto sus propuestas son hechas en base a estadísticas, pero con corazón solidario.
El enunciado, recio, contundente, usa el “pero” con magistral acierto, marcando en la precisa coma una diferencia entre dos modelos: un “mejor país” que se representa en la pirámide cruel de acumulación en la cúspide y derrame progresivo de pobrezas en la base, esa mejoría de los “comesolos” que se hace evidencia en la opulencia inexplicable, y el otro modelo, que Naciones Unidas bautiza como de “desarrollo humano”, “desarrollo sostenible”, “desarrollo con equidad” y que Miguel Ceara Hatton llama gráficamente, “un desarrollo visto como cuestión de derechos”.
“Un mejor país, pero para todos” proclama que el propósito de Hipólito Mejía es que en su gobierno el crecimiento económico, la simple evaluación del nivel del PIB no se confundan con el desarrollo que se compone de hechos palpables, cotidianos, personales y colectivos que al estar al alcance de todos, como derechos ejercidos, con garantías del estado, coloquen el acento definido de equidad al desarrollo dominicano.
“Un país mejor, pero para todos” anuncia que en el gobierno perredeísta de Hipólito Mejía volverán a privilegiarse los caminos vecinales, los mercados de productores, las escuelas públicas de calidad con todos los niveles abiertos en las zonas deprimidas y en el campo. Significa que habrá menos despilfarro y menos cargos suntuosos arriba y más puestos de trabajo y más Seguridad Social, Tarjetas de Solidaridad incluidas, en la base social de la nación. “Opción preferencial por los pobres”, como decidieron hace años las voces de los obispos católicos desde Vaticano II, ese “pero” del slogan de Hipólito refleja, no solo su convencida práctica de cristiano, sino su voluntad de estadista cuajada en su experiencia, perfilada en el reconocimiento de errores, de rescatar la esencia del gobierno compartido de Peña Gómez.
Para ello, orientará desde el Palacio Nacional una administración del estado donde la gobernabilidad y la gobernanza (que tienen sutiles, pero significativas diferencias) se fundamenten, ambas, en la participación de una ciudadanía que arrime el hombro en la tarea difícil, pero posible, de construir la cohesión social que solo se logra sobre la zapata de la calidad de vida de “los todos”. Como Hipólito ofrece, como nos comprometimos junto a él entonando el slogan, los perredeístas, y cerca de un millón más de dominicanos, desde los Comités de Bases Afectivos que son garantía de victoria legítima, pese a las ilegitimidades que se cuecen en la Junta Central Electoral.
“Llegó papá”. Para que “un mejor país, pero para todos”, sea redentora realidad que devuelva a nuestra gente sus derechos, y la dignidad a este país agachadito y triste en los peores puestos de los ranking internacionales donde lo ha colocado el gobierno del Partido ¿de la Liberación? Dominicana.
Llegó papá”. “Un mejor país, pero para todos”, un programa de gobierno en dos lemas, solo nueve palabras. El Premio Nobel Vargas Llosa, maestro en sustantivar su prosa sin adjetivos innecesarios, admiraría seguro que sí, esta brevedad que contiene un universo de confiables esperanzas.
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