La propuesta de Cameron, lanzada al público en una relativa calma tras los disturbios que se iniciaron el sábado anterior en Londres y que se extendieron por toda Inglaterra, aún se encuentra en estudio.
Las violentas movilizaciones sociales, que a hoy dejan cinco muertos y más de mil detenidos, estuvieron alimentadas por las redes sociales, según el gobierno. Cómo suele suceder en los últimos tiempos, los manifestantes fijan puntos de encuentro y comparten información sobre posibles controles estatales a través de vehículos como Facebook, Twitter y el chat de Blackberry, como una suerte de herramientas que sirven para efectos logísticos.
De hecho, durante las revueltas de Túnez y Egipto —Irán también entra en el grupo— los regímenes optaron por cortar temporalmente el servicio de internet, una decisión que sólo alimentó la ira de las turbas y motivó a mayores modificaciones. Aunque es una medida que permanece en debate y con cerca de 16.000 efectivos custodiando las calles de la capital inglesa, Cameron parece estar dispuesto a correr el riesgo, aun cuando puede ser señalado de coartar la libertad de expresión de los ciudadanos y aun cuando decisiones como las de algunas naciones de Medio Oriente fueron criticadas desde Downing Street.
El experto en redes sociales Juan Pedro di Polo, consultado por la BBC, asegura que es posible contribuir a no propagar los disturbios si las redes optan sólo por no trasmitir los mensajes que incitan a la violencia. Sin embargo, una vez publicados, de poco sirve eliminarnos, porque mensajes de este tipo se replican casi a la “velocidad de la luz”, lo que podría hacer ver la decisión, además de infructuosa, censurable.
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