El octavo encierro de las fiestas concitó un menor número de corredores que en jornadas anteriores, en una mañana fresca, lo que posibilitó la creación de espacios entre animales y mozos, contribuyendo así a mermar las situaciones de peligro.
Tras el lanzamiento del cohete a las ocho de la mañana, las puertas de los corrales de Santo Domingo se abrieron por última vez este año para dar paso a una manada que enfiló la cuesta de forma agrupada y encabezada por los cabestros.
La tranquilidad caracterizó el desarrollo del encierro en este primer tramo, en el que las caídas de algunos corredores fueron las únicas incidencias.
La torada llegó unida hasta la plaza del Ayuntamiento, que atravesó sin prestar atención a los corredores, aunque, en el acceso a Mercaderes, uno de los de Núñez del Cuvillo resbaló y cayó al suelo, separándose así unos metros de sus hermanos.
Tras salvar sin problemas el vallado de la curva de acceso a Estafeta, donde dos toros ganaron posiciones para situarse en cabeza junto a un cabestro, un grupo algo más estirado recorrió la calle más larga del encierro sin crear situaciones de peligro y permitiendo, al reducir algo su ritmo, que los mozos se acercaran a las astas. Fue al final de este tramo cuando un toro colorado, de nombre “Aguador”, tomó la cabeza de la manada.
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