Gracias a nuevas técnicas de extracción, las petroleras están aprovechando un crudo que hasta hace poco era inaccesible.
En la formación rocosa Bakken, las perforadoras avanzan hasta una profundidad de tres kilómetros para luego excavar lateralmente y llegar a rocas de pizarra cargadas de petróleo. Al inyectar en ellas agua o arena a alta presión, se fracturan y el crudo acaba liberándose.
Este método ha permitido que la producción haya despegado desde la exigua cifra de 10.000 barriles al día de hace ocho años hasta rozar en los últimos días el medio millón.
Los ejecutivos de la industria predicen que en cinco años más podrían extraer un millón y medio de barriles, -más de la mitad de lo que produce diariamente Venezuela- y están aplicando la misma técnica en formaciones rocosas similares en el resto del país para obtener gas natural, además de petróleo.
Esta repentina bonanza ha contribuido a reducir la dependencia estadounidense del petróleo de otros países: hace dos años, EE.UU. compraba al resto del mundo dos tercios del crudo que consumía y ahora importa menos de la mitad.
Los más optimistas pronostican que el país tiene por fin a su alcance la ansiada independencia energética, un objetivo nacional desde la presidencia de Richard Nixon (1969-1973), cuando el mundo occidental fue plenamente consciente de su excesiva dependencia de Medio Oriente.
De hecho, el banco Goldman Sachs predijo en septiembre que EE.UU. superará en 2017 a Arabia Saudita y Rusia como el máximo productor de petróleo y gas natural del mundo.
Pero EE.UU. no es el único país que está experimentando un "boom" petrolero. De Canadá a Argentina, pasando por Brasil y Colombia, el mapa de América se ha poblado en la última década de pozos petroleros.
La extracción de crudo y gas en todo el continente presenta unas perspectivas prometedoras gracias a diversos adelantos tecnológicos, según los conocedores de la industria.
El cambio se ha venido gestando desde hace años, pero ha sido recientemente, al consolidarse la tendencia, cuando economistas y geoestrategas han comenzado a reflexionar en voz alta sobre las consecuencias que puede tener para el reparto de poder mundial. ¿Decaerá la influencia del Medio Oriente?, ¿Permitirá el petróleo a EE.UU. mantener su hegemonía frente a una China en ascenso pero necesitada de recursos energéticos?, ¿Reorientará EE.UU. sus intereses hacia sus vecinos americanos?
Son varias de las preguntas que han surgido, pero las respuestas muestran por lo general cautela. "Algunos autores han exagerado la repercusión de este fenómeno", responde a BBC Mundo Michael Levi, investigador del neoyorquino Consejo de Relaciones Exteriores.
"Los países del Golfo siguen teniendo poder para cortar el suministro y sacudir los precios", agrega. "La mayor importancia del petróleo americano puede moderar el impacto, pero no cambia el panorama general".
Una opinión contraria es la de Iván Sandrea, presidente de Energy Intelligence, una editorial especializada con sede en Nueva York, quien subraya que se está produciendo un cambio histórico con consecuencias políticas.
Afirma a BBC Mundo que hemos dejado bien atrás la era en que un reducido número de países, agrupado en el cartel de la OPEP dictaba los precios y la cantidad de crudo que suministraba al resto del mundo.
Sandrea prevé que crecerá la importancia geopolítica del continente americano. "Ahora que EE.UU. se va a retirar de Irak y Afganistán debería estar pensando en reconectarse con el resto del continente", opina Sandrea.
"En los años veinte de este siglo, la capital de la energía volverá a situarse en América, donde estuvo antes del ascenso en los años sesenta de los megaproductores del Medio Oriente", escribió en septiembre en la revista Foreign Policy Amy Myers Jaffe, profesora de la Universidad Rice de Houston.
Uno de los expertos en energía más respetados, Daniel Yergin, manifestó este domingo una opinión similar en un extenso artículo en The Washington Post.
La importación estadounidense de barriles de Arabia Saudita ha venido reduciéndose desde principios de la década. Canadá es ahora el principal vendedor de petróleo a EE.UU., seguido de México.
Un momento simbólico de los nuevos tiempos se produjo en 2009, cuando China sustituyó a EE.UU. como máximo comprador del petróleo saudita.
Otro hecho significativo fue la visita del presidente Barack Obama a Brasil en marzo en la que afirmó que EE.UU. será un cliente principal del petróleo brasileño en los próximos años.
"EE.UU. está muy interesado en el petróleo brasileño por su mayor estabilidad política, en comparación con otros productores de petróleo", explica Mauricio Santoro, profesor de Relaciones Internacionales de la Fundación Getulio Vargas.
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