Muchos ya no recuerdan a sus familiares, debido a la afección del Alzheimer, pero disfrutan de una cena preparada para ellos por las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, una congregación religiosa que se encarga del hogar.
“En noviembre y diciembre por aquí hay abundancia, pues la gente se desborda en solidaridad, los jóvenes vienen y los sacan a bailar y a cantar”, dice sor María Romero, directora.
Necesidades. Este centro recibe una subvención de RD$250,000 al mes, pero el Ministerio de Salud Pública también paga el personal médico y de enfermeras que revisan la salud de los envejecientes.
Al menos 500 pañales cada día gastan los 300 envejecientes que están ingresados en el hogar, asegura la religiosa, quien ve que las donaciones siempre llegan, pero no son tan constantes como se requieren.
Las personas donan alimentos y ropa, pero el centro tiene un gran gasto en combustible para las dos plantas eléctricas, pues los envejecientes no pueden estar a oscuras.
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