desconocido para quienes, desde lejos, sólo manejamos los contenidos de los
horrores de la delincuencia organizada, pero que resulta parcial y deformante,
ocultando un perfil caracterizado por gente buena, de trabajo y que tiene
confianza en construir una mexicanidad mejor para las generaciones que han de
sucederles.Guadalajara tiene esa singular condición de mostrar la laboriosidad,
solidaridad y actitud positiva de mexicanos y mexicanas que, desde la distancia
física e informativa que nos separa, no se antoja como real.
El pueblo de Guadalajara hace del trabajo sus canciones cotidianas. No temen
a ninguna labor en particular: desde obreros agrícolas, choferes de taxis,
personal de aeropuertos, hoteles, centros de convenciones, de cines y teatros.
Es una cara del México desconocido, de ese que ofrece ejemplo de constancia en
las cotidianas metas de supervivencia.
Una mujer que hace de “canillita”, Moraima Guadalupe García, muestra con
orgullo el ejemplar de Mural, el periódico que vende y aun cuando el afán es
duro en una de las esquinas, nos saluda con una sonrisa y sostiene que con esta
labor mantiene sus dos hijos en su condición de madre soltera.
“Los mexicanos tenemos de todo. Hay gente mala, como en todas partes, pero
los que trabajamos somos más, mucho más”, dice al entrevistarla sobre las
razones por las cuales trabaja. Guadalajara ha sido una gran lección de ejemplo
y trabajo.
Un muestrario de gente capaz de asistir a la llamada de la ayuda y el
servicio. México es mucho mejor de lo que nos han pintado.
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