El laboratorio había sido instalado en un chalet en el municipio madrileño de Fresno del Torote, en una parcela rodeada de un seto frondoso y de gran altura que impedía la visión desde el exterior y donde los detenidos extremaban las medidas de seguridad.
Allí se trataba la pasta base que era introducida en España oculta en patas de mesas de madera de salón a las que se había practicado una oquedad para camuflar la materia prima.
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