NUEVA YORK. AP. Era una mañana horrible: Llovía fuertemente
y soplaba un intenso viento que hacía imposible abrir el paraguas. Un individuo,
sin embargo, avanzaba prestamente por la Quinta Avenida, haciendo malabares con
su paraguas, esquivando peatones e ingeniándoselas para enviar un mensaje de
texto a través de su teléfono de usos múltiples.
La fuerza, destreza y concentración que exhibía eran realmente dignos de un
atleta olímpico. La escena, no obstante, era francamente ridícula. Llovía.
Hacía frío. Y el individuo estaba seguramente a minutos de su destino.
En cualquier momento podía clavarle el paraguas a alguien, ya que apenas si
prestaba atención a lo que hacía con él. ¿Qué mensaje podía ser tan importante
que no podía esperar?
Los teléfonos de usos múltiples y otros aparatos electrónicos están
cambiando la cultura popular al permitir a la gente estar conectada todo el
tiempo y se han convertido en una necesidad tan imperiosa que el solo hecho de
caminar por la calle sin hacer nada parece una pérdida de tiempo. Me tropiezo
con tanta gente que camina distraida, inmersa en su teléfono, que decidí hacer
un experimento social: contar la cantidad de gente que avanza por la calle
absorta en su teléfono durante mi caminata diaria de 25 minutos hacia el
trabajo. No tomé en cuenta a las personas que van escuchando música ni a las
que se detienen a un costado de la acera para enviar un texto, porque esa es la
forma civilizada de manejarse. Llevé la cuenta durante 15 días a fines de
noviembre y principios de diciembre y el promedio fue 48,6 casos diarios. El
peor día, conté 67.
En términos generales, uno de cada diez peatones iba sumergido en su
teléfono. Vi una mujer que casi es atropellada por un taxi el cruzar la calle
sin mirar. Un mensajero en bicibleta manejaba y hablaba por teléfono al mismo
tiempo. Un día, dos policías iban hablando por teléfono. Un individuo casi me
lleva por delante al desatender su teléfono para mirar una muchacha bonita que
pasaba a su lado.
Mucha gente que no estaba usando su teléfono, lo llevaba en sus manos, como
si fuesen armas. Es como si el tener un teléfono en la mano fuese considerado un
deber en las ciudades. Tome en cuenta que estamos en invierno y por la mañana
las tamperaturas le congelan a uno los dedos. Eso se resuelve fácil.
En una parada de autobuses veo una publicidad de guantes que le permiten a
uno manejar una pantalla táctil. También hay aplicaciones que estimulan el envío
de mensajes de texto mientras uno camina, usando una cámara que muestra el
camino por delante en la pantalla.
La gente distraida con su teléfono ha pasado a ser la más odiada de Nueva
York, más incluso que los detestados turistas. Siempre nos disgustaron las
personas que se paran en la acera con cara de perdidas, mirando mapas y
observando los rascacielos, obstruyendo el paso. Ahora, nosotros mismos somos
una amenaza. Antes caminábamos por la calle pendientes de lo que sucedía a
nuestro alrededor, cuidándonos de asaltantes y carteristas. Ahora la gente
camina sin prestar atención a lo que pasa, metida en un aparato electrónico que
cuesta cientos de dólares. Una neoyorquina que seguía mi conteo diario en
Facebook me confesó que ella era una de ellas. De hecho, dice que a menudo
camina con su esposo y que no conversan, sino que ambos están pendientes de sus
teléfonos. “Me di cuenta de que mi caminata hacia el tren subterráneo o a casa
es el único momento en que puedo enfocarme en mí misma”, dijo la mujer, que
pidió no ser identificada por temor a hacer el ridículo con su confesión. “El
resto del día estoy rodeada de gente que acapara mi atención. Soy la típica
persona que hace muchas cosas a la vez”. Cuando camina por la calle, piensa en
cosas relacionadas con el trabajo, en lo que le tiene que decir a la baby
sitter. ¿Por qué no hacerlo en el momento, y evitar el riesgo de olvidarse?
“La gente me mira mal porque no miro por donde camino”, expresó. “Trato de ser
respetuosa con los demás y levanto la cabeza con frecuencia”.
Un video difundido a través de YouTube este mes de una mujer que se cae en
una fuente mientras camina distraida por su teléfono en un centro comercial de
Wyomissing, Pensilvania, fue visto por más de 3 millones de personas.
Debo confesar que un par de veces me llevé por delante a propósito una
persona que caminaba distraida solo para hacer que dejase de ver su teléfono y
estuviese más pendiente de su entorno. He estado en fiestas en las que hay
varias personas juntas, todas ellas mirando sus teléfonos en lugar de estar
conversando entre ellas. Siempre me maravilla la cantidad de gente que luego de
un vuelo desde la costa oeste de Estados Unidos a la costa este, agarra su
teléfono y empieza a llamar gente.
Son las cinco y media de la mañana en Nueva York y las dos y media en la
costa oeste. ¿A quién llaman a esa hora? ¿Qué tienen que decirle? William
Powers, ex reportero del Washington Post que escribió el libro “Hamlet’s
Blackberry”, sobre la adicción de la gente a los aparatos electrónicos, dice que
una vez vio un episodio en el que dos cochecitos con niños chocaron entre sí
porque las madres iban concentradas en sus teléfonos. “Desde siempre estamos
programados para prestar atención a las cosas novedosas”, comentó Powers.
Powers piensa que, cuando los teléfonos dejen de ser una novedad, la gente se
calmará un poco y esperará a llegar a su casa para leer su correo electrónico.
Señaló que, en los primeros días de los teléfonos celulares, la gente no dudaba
en responder una llamada en un teatro. Ahora eso casi no sucede. Yo mismo he
percibido un cambio de conducta. Antes era común escuchar conversaciones
telefónicas en el autobús o el tren. Esa gente era muy mal vista y ahora esas
conversaciones son muchos menos frecuentes.
Las frases
Fuente anónima
La gente me mira mal porque no miro por donde camino”.
El resto del día estoy rodeada de gente que acapara mi atención. Soy la
típica persona que hace muchas cosas a la vez”.
Trato de ser respetuosa con los demás y levanto la cabeza con
frecuencia”.
William Powers
Desde siempre estamos programados para prestar atención a las cosas
novedosas”.
Cultura popular
Los teléfonos de usos múltiples y otros aparatos electrónicos están
cambiando la cultura popular al permitir a la gente estar conectada todo el
tiempo y se han convertido en una necesidad tan imperiosa que el solo hecho de
caminar por la calle sin hacer nada parece una pérdida de tiempo.
Arma de reglamento
Mucha gente que no estaba usando su teléfono, lo llevaba en sus manos, como
si fuesen armas. Es como si el tener un teléfono en la mano fuese considerado un
deber en las ciudades. Tome en cuenta que estamos en invierno y por la mañana
las tamperaturas le congelan a uno los dedos. Eso se resuelve fácil.
La gente distraida con su teléfono ha pasado a ser la más odiada de Nueva
York.