EU ve los fundamentos fiscales desmoronarse bajo peso de la deuda

                                                               Nicole Bullock
NEW YORK
En Harrisburg, la gente local
está orgullosa de su edificio de capitolio estatal. Con una cúpula inspirada en
la Basílica de San Pedro de Roma, el presidente Theodore Roosevelt lo llamó el
“edificio más bello que jamás había visto” en su dedicatoria del 1906.

Pero, un siglo más tarde, los fundamentos financieros de la capital de
Pensilvania se están desmoronando y se han vuelto un símbolo de las ciudades y
pueblos que están luchando a todo lo largo de E.U. La recesión, la más severa
desde la Gran Depresión, ha revelado años de mal manejo fiscal por parte de los
gobiernos estatales y locales del país.

Como muchos de los propietarios de viviendas y empresas, Harrisburg asumió
demasiadas deudas en los mejores tiempos.

A pesar de tener un presupuesto anual anterior de sólo $60-$64 millones, la
ciudad de 47,000 garantizó $300 millones de deuda sobre un incinerador local. A
una buena parte de esa deuda se incurrió durante la década pasada en un esfuerzo
por convertir el incinerador en una planta energética que generara ingresos. Los
ingresos bajaron y Harrisburg se quemó.

El año pasado, incapaz de pagar la deuda del incinerador, la ciudad estuvo
cerca de incumplir sus propias obligaciones también. La autoridad local que
posee el incinerador ha contratado contables para una auditoria forense sobre
los acuerdos que precipitaron la crisis.

Linda Thompson, la alcaldesa, dice que la bancarrota, que es rara para los
gobiernos locales, es un último recurso. Pero ella quiere que todas las partes
involucradas compartan la pena por las malas decisiones de su ciudad.

Eso es difícil, dadas las promesas que Harrisburg ha hecho. Esta enfrenta
demandas, incluyendo una de Assured Guaranty, una aseguradora de bonos que
también garantizó la deuda del incinerador. Si la demanda es exitosa, el recurso
forzaría a Harrisburg a pagar los bonos a través del aumento de los impuestos,
vendiendo activos y haciendo profundos recortes.

“A sabiendas y voluntariamente entramos en esos contratos, y como alcaldesa
estoy preparada para hacer frente a eso”, dijo Thompson a Financial Times. “Al
mismo tiempo, los aseguradores de bonos deben tener cierta responsabilidad
también, ya que ellos tuvieron un cuadro claro de la cartera financiera de la
ciudad por años. El malestar podría ser igualmente compartido.

Harrisburg no es el único en meterse en problemas de exceso de endeudamiento.
Littlefield, una ciudad del noroeste de Texas, asumió tanta deuda para poder
construir una prisión que esperaba que creara empleos. Esta ha tenido que
despedir a los bomberos y a la policía, así como también aumentar los impuestos
sobre propiedades y el agua y las tasas de alcantarillado, con el objeto de
evitar la quiebra.

“Han habido ciudadanos locales que han sugerido irse a la bancarrota, pero,
como yo lo entiendo, esta no es realmente una opción”, dijo Danny Davis, el
administrador de la ciudad Littlefield. “Los tenedores de bonos sólo vendrán y
harán que se aumenten los impuestos hasta el punto en que se puedan recuperar
esos fondos, así que, en esta situación se está realmente escupiendo al
viento.

En otra historia parecida, Vallejo, California, ha sido diezmada desde que
declaró la bancarrota hace dos años atrás. Para poner su presupuesto nuevamente
en línea, la ciudad ha reducido su cuerpo de policía a la mitad y paró de
financiar los servicios comunitarios.

Sin embargo, Harrisburg no ha tenido que hacer los ajustes presupuestarios
vistos en otros lugares y puede tener cierto confort de su reciente calificación
para un programa de Pensilvania que ayuda a las ciudades afectadas.

Los contribuyentes estatales financiarán a los asesores nombrados para
coordinar un plan con las autoridades locales que se han estado chocando las
cabezas repetidamente para ver cómo arreglan las finanzas de la ciudad.

La opción de aumentar los impuestos de propiedades es complicada por el hecho
de que alrededor de la mitad de las propiedades de la ciudad, incluyendo el
edificio del capitolio, no es fiscalizable, debido a que este aloja el gobierno
estatal y a otras instituciones relacionadas, al igual que a muchos de los
trabajadores que viven fuera de la ciudad. El programa estatal también podría
permitir que Harrisburg fiscalice a sus viajeros y que tenga acceso a préstamos
baratos.

En una señal de desacuerdo político, los miembros del consejo de la ciudad,
algunos que defienden la idea de la bancarrota, han explotado a su propios
asesores, Cravath, Swain & Moore, un firma de abogados de New York ha
acordado asesorarlos sin ningún costo.

Los próximos meses son claves. Los asesores nombrados por el estado, guiados
por Novak Consulting Group radicado en Cincinati, redactará un plan en las
próximas semanas casi al mismo tiempo que Cravath dará su asesoría sobre las
alternativas de la ciudad.

La alcaldesa y muchos ciudadanos están optimistas de que Harrisburg, que ha
enfrentado problemas financieros antes, pueda salir de esta. Ellos señalan la
cantidad de encantadoras casas históricas de la ciudad y su ubicación a orillas
del Río Susquehanna, un área donde Samuel Taylor Coleridge, el poeta, una vez
quiso erigir una comunidad utópica.

Darnell Williams, un residente de mucho tiempo que defiende la bancarrota,
dice que él se mudaría si pudiera. Williams, que ayuda a programar el sistema
computarizado para el Departamento de Policía Estatal de Pensilvania y que ha
servido en el comité de auditoria de la ciudad, se preocupa sobre el incremento
de los impuestos sobre propiedades y de una calidad de vida más baja a medida
que su pueblo natal reestructura sus deudas.

 “En el 2002, mi casa fue tasada en $250,000, pero la última tasación fue de
$120,000”, dice Williams. “Yo dudo que pueda incluso encontrar a alguien que la
compre a este precio”.

Las claves

1.  Mal manejo fiscal

La recesión  ha revelado años de mal manejo fiscal por parte de los gobiernos
estatales y locales del país.

2.  Incumplimiento

El año pasado, incapaz de pagar la deuda del incinerador, la ciudad estuvo
cerca de incumplir sus propias obligaciones también.

3.  Otros con deudas

Harrisburg no es el único en meterse en problemas de exceso de endeudamiento.
Littlefield, una ciudad  de Texas, asumió tanta deuda para poder construir una
prisión que esperaba que creara empleos.

Estados de E.U. enfrentan una crisis fiscal

A lo largo de Estados Unidos, la recesión está confrontando a los gobiernos
locales y estatales con caídas en los ingresos que amenazan su solvencia.
Mientras más difícil se vean sus presupuestos, peor parece su situación. Los
años de dependencia de los trucos contables encubrieron lo que era una mala
posición fiscal subyacentemente, incluso antes de que comenzara la recesión.

En cualquier caso, la depresión es una calamidad presupuestaria, pero está
descubriendo problemas de mucho mayor duración.

La excesiva contracción presupuestaria pondrá en peligro la recuperación si
se aplica a nivel federal o más bajo. En principio, de la misma forma que
Washington podría combinar el continuo estímulo a corto plazo con un compromiso
creíble para una subsiguiente disciplina fiscal, los estados y ciudades podrían
evitar la excesiva contracción en el 2011.

Pero el gobierno federal, al menos por ahora, puede tomar prestado bajo
términos favorables. La ansiedad sobre la deuda del gobierno local y estatal
está creciendo. Las extensiones sobre los bonos emitidos por lo estados
afectados, tales como Illinois y California, se han extendido en los últimos
meses. Para muchos, una crisis está a la mano.

El estímulo federal dio a los estados cientos de billones de dólares para
aliviar la tensión, pero este año el apoyo está disminuyendo. Idealmente, la
ayuda se mantendrá, pero es improbable con los republicanos en control de la
Cámara de Representantes.

Muchos estados están teniendo que retroceder abruptamente. En California y
New York, hasta los gobernadores firmemente demócratas están prometiendo una
dura línea sobre el gasto.

Ellos tienen poca opción: los impuestos estatales son tan altos que los
votantes se rehusarían a incrementarlos.

Si el clima macroeconómico no estuviera tan amenazante, y si los servicios
esenciales no estuvieran en peligro, uno aplaudiría el afán por hacer recortes.
La reforma se necesita y sería deseable incluso si la realidad fiscal no
persistiera. Un gran problema es que las uniones del sector público han forzado
a pagar y muy especialmente los beneficios de conformidad con las normas del
sector privado. Nacionalmente, las infundadas responsabilidades de la pensión
estatal quedan aproximadamente en $1,000 millardos.

Los detalles fascinantes de estos arreglos, que sólo ahora reciben cercana
atención, se han vuelto un problema político.