masivo, un depósito de cadáveres y una casa que, según las autoridades, fue
dañada por una bomba, han planteado más interrogantes de las que han resuelto
sobre las víctimas civiles en Libia.
La disputa sobre bajas civiles aumenta cada día que pasa de la campaña
internacional, una combinación de las manipulaciones del gobierno libio y las
dificultades para obtener respuestas precisas en medio del caos.
Los funcionarios gubernamentales se afanan en aportar pruebas sólidas.
Estados Unidos y otros dicen que hacen todo lo posible para mantener la
seguridad de la población civil en sus bombardeos y hacen hincapié en el largo
historial de Moamar Gadafi en aplastar la disidencia.
En un funeral efectuado el jueves para 33 víctimas, solamente 13 cadáveres
fueron enterrados, sin información alguna sobre su identidad o cómo murieron.
Además, no hubo indicio alguno de los que suelen acompañar generalmente los
funerales de los mártires árabes: ni madres plañideras, ni familiares con
salmodias ni fotos gigantes de los muertos.
Nadie sabe realmente lo sucedido con los otros ataúdes.
A primeras horas del viernes, los periodistas fueron informados de que
serían llevados a un hospital para ver las bajas, pero en lugar de ello los
llevaron a una morgue, donde restos humanos calcinados yacían en bandejas
depositadas en el suelo. Algunos de los cadáveres eran de mujeres vestidas en
jeans y camisetas; otros eran de jóvenes en uniforme de combate.
El personal del hospital y los funcionarios gubernamentales no pudieron
confirmar los nombres o antecedentes de las víctimas, y solamente dijeron que
murieron en dos días de bombardeos en Tayura, un barrio de Trípoli.
El viernes, los funcionarios libios llevaron a los periodistas extranjeros
a Tayura. Dos bases militares cercanas habían sido alcanzadas por los
bombardeos, los cuales dejaron muchos edificios dañados o calcinados. Humo negro
se elevaba de uno de ellos.
Una pequeña granja en la que finalmente se detuvo el autobús tenía las
ventanas destrozadas. En el interior, la televisión yacía en el suelo y había
yeso por doquier, aunque los muros pintados estaban intactos. La fachada estaba
acribillada de impactos de bala, algunos de ellos mostrando aún restos de la
metralla. Y tanto a la entrada de la vivienda como en el tejado había tirados
casquillos de fusil automático AK-47.
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