El impacto del seísmo en el flujo de energía que mantiene en marcha la consumista vida de Japón y su potente industria podría tener graves implicaciones en el sector manufacturero, que sufre un parón en la producción y puede verse forzado a mermar su actividad.
El grave terremoto de 9 grados de hace diecisiete días, además de acabar con la vida de cerca de 11.000 personas, ha revelado la vulnerable dependencia de la tercera economía mundial de la energía nuclear y los combustibles fósiles procedentes del extranjero.
Cuando la tierra tembló, cuatro de las centrales nucleares más importantes de Japón -la mayoría generaban energía para Tokio- suspendieron sus operaciones automáticamente y una de ellas, la de Fukushima Daiichi, tiene los días contados tras la crisis que han provocado sus inestables reactores.
Alrededor de la tercera parte de la energía de Japón proviene de la fisión nuclear, y el parón en las centrales de Fukushima Daiichi y Daini, Tokai y Onagawa ha hecho que el norte de Japón y la zona metropolitana de Tokio hayan perdido cerca de 26.000 megavatios de electricidad.
Desde el fatídico día 11, el área metropolitana de Tokio ha sufrido apagones cíclicos que han afectado al horario de cierre de los negocios, los vitales servicios de trenes y la marcha de las grandes plantas manufactureras de la zona.
El ministro de Economía japonés, Kaoru Yosano, dijo la semana pasada que "el problema de la energía es una fuente de incertidumbre" y "probablemente los cortes de luz tendrán un serio impacto" en la economía.
El Gobierno considera que la crisis de Fukushima, a la que todavía no se ve fin, unida a la caída de capacidad de generación de Tokyo Electric Power (TEPCO), la mayor empresa energética del país, obligarán a ampliar los apagones este verano.
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