Las cumbres del G8 y de la OTAN celebradas sucesivamente han sorprendido por la ausencia de grandes discrepancias entre europeos y americanos, pese a la gravedad de los temas tratados, como la retirada de las tropas internacionales de Afganistán después de una década de guerra.
Una "coincidencia feliz", como la definió el presidente francés, François Hollande, nuevo en estas citas, hizo que unos y otros ajustaran sus posiciones para facilitar lo que más importa a todos en estos momentos, que es encontrar una rápida salida a la crisis de la deuda en Europa.
El presidente de EE.UU., el demócrata Barack Obama, que se juega en noviembre la reelección, era el primer interesado en que tanto de Camp David como de Chicago salieran mensajes de unidad y se extienda la convicción de que existe la receta para devolver la estabilidad a la zona euro.
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