Claramente, algunas tendencias importantes están en su contra. La evidencia más reciente fue el viernes con un mediocre informe de empleo que indicaba que la tasa de desempleo del país se quedó estancada en 8,2%.
Franklin D. Roosevelt fue el último presidente que ganó una reelección con semejantes cifras de desempleo. Los votantes sacaron del poder a los presidentes Jimmy Carter y George H.W. Bush cuando la tasa de desempleo estaba muy por debajo de 8%.
No es que Obama pueda desviar la atención pública de la economía, que ha dominado la elección desde el principio. Su emblemático logro a nivel nacional, la reforma de salud de 2010, es una bendición política mixta, que une a los republicanos en su contra.
Los votantes muestran poco interés en la forma en que su administración minimizó la guerra de Irak y mató a Osama bin Laden.
Sin embargo, Obama aparece igualado o con una ligera ventaja ante su rival republicano Mitt Romney en los sondeos. Los estrategas de campaña debaten los motivos.
Pueden incluir la simpatía personal de Obama, deficiencias en la estrategia de Romney o la aceptación a regañadientes por parte de los estadounidenses de una nueva normalidad en la que desaparecieron millones de puestos de trabajo para siempre y no hay una sola persona responsable.
Si el elevado desempleo ``fuera mortal, ya estaría muerto'', dijo Mike McKenna, consultor y encuestador republicano. ``Las encuestas indican que no está muerto''.
Pero hay un problema si uno quiere someter a Obama a los precedentes históricos o la sabiduría tradicional. Algunas veces consigue desafiarlas.
Antes de que la campaña de 2008 tomara forma, ¿cuántas personas habrían pensado que Estados Unidos elegiría un presidente negro? ¿O que un hombre que había salido hacía cuatro años de la legislatura de Illinois habría superado la maquinaria política de Bill y Hillary Clinton?
Además, ningún senador había sido electo presidente en más de cuatro décadas. La resistencia política de Obama tiene a los republicanos discutiendo sobre la mejor manera de enfrentarlo.
Romney, en buena medida, ha seguido una estrategia de jugar a lo seguro. Eso sugiere que él y sus asesores consideran que el presidente está en una lenta pero constante caída y no hay necesidad de asumir grandes riesgos.
El reporte de empleo podría reforzar ese punto de vista. Según los economistas, un dramático cambio antes del día de la votación es muy poco probable. Pero algunos activistas republicanos están ansiosos y dicen que Romney está realizando una campaña en exceso cautelosa que no señala sus diferencias con Obama en términos vigorosos e inspiradores.
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